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“La violencia obstétrica se define como una forma específica de violencia ejercida por profesionales de la salud (predominantemente médicos y personal de enfermería) hacia las mujeres embarazadas, en labor de parto y el puerperio. Constituye una violación a los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres (OMS 2020)”.

Así que yo me pregunto si estamos haciendo lo suficiente como sociedad para que las mujeres no sufran violencia obstétrica en sus lactancias. 
El puerperio es un momento de una vulnerabilidad tal que no creo que nadie que no lo haya experimentado pueda comprender. Te sientes como una hoja en otoño. Cualquiera te puede pisar y sientes que te puedes quebrar con que te soplen. Y si no te quiebras, al menos un soplido te puede desplazar varios metros y dejarte temblando.
Nadie te ha preparado para la incertidumbre ni los obstáculos con los que te puedes topar, sobre todo en la lactancia. Te han vendido esa imagen de la maternidad en la que coges a tu bebé en brazos y automáticamente se engancha al pecho. Aparecen unicornios volando a tu alrededor, estrellitas de colores, música alegre y un arcoiris de fondo.
Pero a veces no ocurre eso y nadie te lo ha dicho. Bueno, te lo han dicho de pasada. "Tú no te preocupes de eso, que va a ir todo genial". Y una porra. Puede que no. Y, tristemente, tú comprendes esto a posteriori, cuando ya te has peleado con los elementos durante meses y piensas: ¿podría haberme informado más?
Seguramente podrías haberlo hecho, pero cuando nadie te dice que vas a necesitar cierta información es difícil que nazca en ti espontáneamente la necesidad de buscarla.
Esto ya me parece violencia. Porque los profesionales sanitarios lo saben. Y parece que lo ignoran.
¿A cuántas mujeres separan de sus bebés tras una cesárea, dificultando la lactancia?
¿Cuántos bebés son forzados a estar separados de sus madres en fototerapia cuando pueden perfectamente compatibilizar la fototerapia con el piel con piel?
¿Cuántos hospitales tienen acceso 24 h a la UCIN en lugar de visitas cada 3 h?
¿A cuántas mujeres con baby blues verán? ¿Cuántas depresiones postparto? ¿Por qué no cuentan que la lactancia es un factor de protección frente a la depresión postparto? 
¿Por qué vas a un servicio de urgencias con una mastitis y te pautan amoxicilina? Quizás tú no lo sabes, pero no es el antibiótico adecuado. Pero es que muchos médicos tampoco lo saben; y cuando les muestras una guía oficial elaborada por profesionales actualizados en la materia donde se indican cuáles son los adecuados te miran con cara de ofendidos y te dicen que los médicos son ellos.
¿Cuántos sanitarios opinan (y digo opinan porque es una opinión y además falsa) que las grietas son normales o que el pezón "tiene que hacer callo"? ¿Cuántas mujeres usan pezoneras de la talla incorrecta con la correspondiente pésima transferencia de leche por recomendación de un sanitario desinformado?
¿Cuántas mujeres llegan a sufrir un absceso mamario por una mastitis mal tratada? 
¿Cuántas mastitis de repetición hay por no atajar la causa?
¿Cuántas lactancias abandonadas por frenillos limitantes infradiagnosticados?
¿Cuántas lactancias abandonadas "simplemente" porque es demasiado duro y no encuentras ayuda?
¿Cuánto dolor, físico y emocional?
Para mí esto es violencia y entra dentro de la categoría de violencia obstétrica. Lo sufren mujeres a diario. Con resignación además. "Esto es lo que toca". Pues no. No es lo que toca. ¡Ya vale!


Por Sara 5 de mayo de 2023
Yo es que siempre llego tarde a las Efemérides. Tampoco es que me esfuerce demasiado por llegar a tiempo. Porque me da mucha rabia que se acabe el día y que pasemos página como si tal cosa. Se debe prestar atención todos los días, no únicamente cuando lo dice el calendario. Los últimos meses me encuentro pensando muy a menudo en mi primer postparto. Se acerca el primer cumpleaños de mi segundo hijo y es difícil no hacer comparaciones con aquella primera vez. Con frecuencia me encuentro contándole a cualquiera con quien esté hablando que creo que tengo estrés post traumático del primer postparto. Hice terapia. Mucha. Muy buena. Con mucho éxito. Con resultados muy sanadores. Hoy recojo mucho de lo que sembré en ese periodo; pero qué días más oscuros. Recuerdo lo sola que me sentía a cualquier hora del día. Miraba a mi bebé y menos mal que lo quería con todo mi ser y con su carita y sus ruiditos me iluminaba los días porque todo lo demás (mi vida interior, mi individualidad, mi relación de pareja, mi relación con el mundo) estaba sumido en una bruma negra y espesa. Más de una vez he comentado que parecía que un dementor me había succionado el alma. No podía tenerme en pie. Estaba siempre cansada. Sigo cansada, desde 2019, pero el de ahora es un cansancio sano, de tralla acumulada. El de aquel momento era un cansancio enfermizo. No estaba bien. Quien se percató de ello me acompañó como pudo y como supo, que no es poco. Gracias. Hubo quien no supo acompañarme. Hubo quien ni siquiera se percató. Ni se esforzó. Entre ellos matronas y médicos. Lo mismo con tantas otras cosas de mi maternidad (lactancia o diabetes gestacional sin ir más lejos). Entre la niebla me vi buscando ayuda en círculos que no eran los que me correspondían por derecho. Porque creo que tenía derecho a que los profesionales sanitarios detectaran un problema en mí y me ayudaran. Pero no lo hicieron. A pesar de pedir ayuda. Tuve que preguntar en círculos no sanitarios, a madres que ni siquiera conocía en persona y a profesionales sanitarios que no formaban parte del sistema público de salud, para encontrar la ayuda que necesitaba. Y pagarla (que ese es otro tema, pero hay que decirlo). Que en España la sanidad es "gratuita". Que la hemos pagado todos. Que la pagamos todos; y a veces no responde, ni para lo relacionado con el cuerpo ni para lo relacionado con la mente. Especialmente para lo relacionado con la mente. En mi caso no respondió. Ni la pública ni la privada. Tampoco respondió a los problemas que tenía con la lactancia. No respondió ante mi bebé, que también tenía derecho a que los muchos profesionales que visitamos detectaran su frenillo MUY limitante y todo lo que eso afectaba a mi salud mental. No respondió a la brutal anemia con la que salí del hospital sin tratamiento ni seguimiento. Ni a la falta de aire casi constante. No respondió a las lágrimas que se me caían en las consultas postparto, cuando trasladarme desde casa al centro de salud me resultaba tan duro como plantearme subir el Everest. Y aún así llegué de Madrid a Galicia y luego volví para hacer una mudanza. Aún no sé cómo lo hice. Aún hiperventilo cuando lo pienso. A costa de muchas cosas, entre ellas mi salud mental. Recuerdo la angustia nocturna, con un bebé que se atragantaba en cada toma. Estar sola y preguntarme si sería capaz de correr al coche lo suficientemente rápido. O si me bloquearía y no sería capaz de llamar a una ambulancia. Recuerdo sobresaltarme con cualquier ruido y cerrar mi casa a cal y canto y luego angustiarme por si se desataba un incendio y no podía salir o no alcanzaba a moverme lo suficientemente rápido cargando un bebé. Recuerdo debatirme durante horas en la cama, sin poder dormir, tratando de decidir si me levantaba a abrir la puerta o la dejaba cerrada. Recuerdo LA FRASE, con mayúsculas: disfrútalo, que crece muy rápido. Sé que disfruté a ratos (o eso quiero creer), pero no lo recuerdo bien porque predomina una pena muy profunda y la sensación de haberme traicionado a mí misma por no haber sido capaz de estar mejor. Muy jodida esta sensación eh. Ojo, que todo se trabaja, pero para poder trabajarlo tienes que tener los recursos. Afortunadamente los pude tener. Tarde, pero los tuve. Y pagando. Ahora, cuatro años después, me cuesta recordar ciertos momentos. Creo que los he bloqueado. En cambio, me siento feliz cuando pienso en mi segundo postparto, mi cerebro se expande y me aflora una sonrisa casi al instante. La diferencia es abismal. Resultado del aprendizaje, de la experiencia y de la planificación. De prestar atención a lo importante. Y me veo lo suficientemente capacitada para decir que la salud mental materna debe ser una prioridad. Lo vivo como madre y como asesora. Debe prestarse atención. Debes aprender a hacer las preguntas adecuadas para entender qué está pasando. Porque una madre cansada y que lleva el peso del mundo sobre sus hombros, cuando le preguntes cómo está porque has cumplido con tus veinte minutos de visita (ya seas amigo o profesional) y sepa que te vas a marchar igual te diga lo que te diga, va a responder lo siguiente: "estoy bien". Leamos entre líneas y creemos un espacio seguro donde esa madre pueda desarrollar esa frase. Cada uno desde su parcela de conocimiento y también en el terreno personal. Te dirá después: “no te preocupes”. Es cierto. No nos preocupemos. Ocupémonos. Tendamos un puente que atraviese la niebla. Y seamos el calor que la evapore.
Por Sara 2 de marzo de 2022
Como primera entrada de esta sección "Gotitas" y a raíz de una noticia acerca de contaminación de algunas latas de leche de fórmula, hoy os cuento por qué es importante hervir el agua que se usa para preparar la fórmula. El objetivo NO ES ESTERILIZAR EL AGUA. El objetivo ES MATAR LOS MICROORGANISMOS QUE PUEDA HABER EN EL POLVO. La industria aún no ha conseguido esterilizar el polvo. Tendría que vender monodosis estériles para garantizar la esterilidad de cada cazo. Tened en cuenta que al abrir continuamente la lata, se puede contaminar igual. Por tanto, hay que hervir siempre el agua que se usa. Debe estar mínimo a 70 grados Celsius cuando se añade el agua al polvo. Ya sabéis que no me gusta repetir mil veces cosas que otros ya han hecho y que han hecho de una forma genial, así que podéis consultar aquí cómo preparar correctamente un biberón y aquí tips muy interesantes para dejar un biberón preparado con antelación.
Por Sara 2 de marzo de 2022
No sé vosotros, pero yo voy a mil por hora. A veces tengo ganas de explayarme y contaros historias largas, pero a veces sólo quiero transmitiros un mensaje breve e importante. Para eso he credo esta sección que mi genial marido ha bautizado con el nombre de "Gotitas". Son gotitas de información rápida, breve y clave, expresada de forma sencilla que permita retener la información con un ojo que le eches. Espero que os guste. Primera entrada de la sección: ¿Se hierve el agua?
Por Sara 9 de diciembre de 2021
Un ejercicio que me gusta hacer después de una asesoría es intentar reconocer los momentos en los que la familia se ha podido sentir incómoda conmigo. Lo hago porque los inicios pueden ser muy fáciles pero si yo estoy en ese momento en el salón de esa familia es probablemente porque sus inicios han sido complicados. Al menos complicadillos. Y demasiado tienen ya como para además recibir en su casa a una persona que les hace sentir incómodos cuando mi objetivo es radicalmente el opuesto. Estoy ahí para acompañarles y echarles una mano. Eso debo conseguir, o al menos intentarlo lo máximo posible. Así que hago ese ejercicio. Es imposible decir siempre lo adecuado o lo correcto; además de que lo que para unos puede resultar adecuado para otros puede que no lo sea. No obstante, hay un momento que se repite. En todas las asesorías. Y es un momento clave. Para mí es el momento más importante y es el momento en el que debes estar a la altura como asesora porque aunque tú sabes que todo el trabajo y el éxito de esa lactancia depende de esa madre y de lo apoyada que esté por su pareja o su familia, ella en ese momento necesita auxilio y parece que espera encontrar en ti como poco la esperanza. Esos ojos. Cuando preguntas algo tan aparentemente sencillo como ¿cuánto duran las tomas? y sólo con eso ya se le empañan los ojos a esa madre. Está agotada. Habla durante varios minutos acerca de que las tomas son caóticas, se engancha, se suelta, succiona un poquito, para, se suelta, llora, se arquea, se engancha, se pasa media hora enganchado, llora, se duerme, tiene gases, ella no duerme, no descansa, está agotada, tiene miedo, no sabe si está comiendo bien, no sabe si coge el peso suficiente, se siente sola casi siempre, siente el peso del mundo sobre sus hombros y que nada aliviará ese peso… y te mira con esos ojos. Son los mismos ojos que tú tuviste un día. Las mismas lágrimas que quizás aún derrames tú de vez en cuando. Ese es el momento clave para mí. Es el punto de inflexión. Es el momento de darle esperanza, de no hacerla sentir tonta diciéndole que todo es normal pero a la vez decírselo cuando sí que es normal; pero decírselo de una manera en la que sus emociones sean validadas. Porque está ahí al pie del cañón tirando de donde no hay, apurando hasta la última reserva de energía que le queda y necesita saber que aunque la situación sea durísima y a la vez normal, ella existe y tiene derecho a sentirse así. Derecho a sentir dolor y rabia y tristeza y alegría y agotamiento y felicidad todo a la vez. Y no pasa nada. Circula la frase de que cuando nace un bebé nace una madre. Le damos poca importancia a esa frase. Deberíamos decírnosla más a menudo. No se me ocurre nada más difícil en la vida que aprender a ser madre. Porque no puedes entrenar. Da igual lo que hagas, cuánto leas, cuánto te prepares. Cuando tengas a tu bebé en brazos serás la mujer más feliz de la Tierra, pero sentirás un abismo bajo tus pies y sentirás que no estás preparada. Pero es que no pasa nada, bonita. No estás preparada, pero estás aprendiendo por el camino y lo vas a hacer bien. Qué difícil para mí es acompañar ese momento y qué bonito es a la vez. Es el momento en el que siento más conexión con la familia y, sobre todo, más sororidad. Sus ojos son mis ojos. Una gran responsabilidad.
Por Sara 1 de diciembre de 2021
Ésta es una pregunta recurrente. Padres de bebés de días a los que informo de que el frenillo de su bebé es limitante me preguntan cómo deciden si hay que intervenir o no. Empiezo explicándoles que lo que he hecho al palpar la lengua de su bebé es aplicar una escala de valoración que pretende ser objetiva y que establece que por debajo de cierta puntuación se recomienda la intervención. No soy yo quien determina la conveniencia de esa intervención. Esto para mí es importantísimo porque hay personas que miran la lengua del bebé y te dicen: uy, hay que intervenir. Bueno, vamos a ver, vamos a estudiar la funcionalidad de esa lengua. Pero también tenemos que combinar el resultado de esa observación y esa palpación con la situación de esa familia. ¿El bebé coge peso como debe, tiene gases, vomita, hace tomas eternas, muestra signos de succión compensatoria como el callo de succión, hace chasquidos al mamar…? ¿La madre siente dolor al amamantar a su bebé, tiene grietas, mastitis de repetición, mastitis subaguda…? Una vez valorado esto en su conjunto, como asesora solamente puedo decir lo que observo: ha salido X puntuación en la escala, lo que significa que se recomienda (o no) intervenir. Puedes acudir a esta serie de profesionales que se dedican a intervenir para que os den su opinión. Y ahí viene la gran pregunta: ¿cómo lo decido? Siempre explico lo siguiente: puedes seguir una aproximación más o menos conservadora. En la aproximación conservadora puedes acudir a fisioterapeuta especializado en lactancia materna y/o logopeda miofuncional y trabajar el frenillo a ver si hay mejoría en los síntomas. ¿Y eso implica mejoría en la limitación? Bueno, vas a ver si hay mejoría inmediata en los síntomas, pero ¿cómo puedes estar seguro de que evitas así que el frenillo afecte negativamente a largo plazo? No puedes saberlo, te tiene que dar su opinión un profesional y ni siquiera ese profesional puede estar seguro al 100 %, pero tienen mucho más criterio que tú y que yo para indicar o no una intervención. También debes estar pendiente de qué ocurre a los 3 meses cuando la producción empieza a depender más de la estimulación que del mecanismo hormonal. ¿Hay un estancamiento en el peso? Después al comenzar la alimentación complementaria. ¿Gestiona correctamente el alimento y el agua? Importantísimo valoración por odontopediatra porque la lengua es el molde del paladar y de ella depende en gran medida que el paladar se forme correctamente, influyendo en la formación de todo el aparato orofacial. Y llegamos a la etapa del habla, para mí quizás la menos importante. Que no pronuncie una letra bien no me preocupa en exceso. Lo que me preocuparía si fuera mi hijo sería que respirara correctamente, por la nariz en lugar de por la boca, que no tuviera infecciones respiratorias de repetición, que su aparato orofacial estuviera correctamente formado, que no tuviera asimetrías en su cuerpo a causa de tensiones no tratadas… y todo esto puede ocurrir con un frenillo limitante infradiagnosticado. ¿Y en la aproximación menos conservadora? Pues se hace una intervención considerada de cirugía menor y una rehabilitación posterior que es casi tan importante o más que la cirugía. Pero, de verdad, ¿cómo lo decido? Pues mi consejo es que acudáis a los profesionales adecuados, que sepan de verdad de lo que están hablando, que no te digan que el frenillo submucoso o tipo 4 no se opera, por ejemplo, y que estén actualizados en las técnicas de valoración y de intervención. Y después, como con todo en la vida, pones toda la información en una balanza y tomas la decisión. No os creáis todo lo que os digan. Contrastad. Pedid opiniones. Pedid referencias. Preguntad por su formación, por su técnica, por la rehabilitación posterior. Por favor, que sea una decisión informada. No es fácil, lo sé. Muchísimo ánimo.
Por Sara 26 de octubre de 2021
La conversación, que ocurrió de verdad, fue más o menos así (8 meses de lactancia): - Pero, ¿todavía tienes leche? - Sí, claro. - Pero, ¿y todavía te sacas para dejarle a Martín? - No. Él ya come comida cuando yo no estoy. Me saco para donar. Cara de asombro. - ¿Para donar el qué? - La leche. - Pero, ¿qué dices? ¿A quién? - Al banco de leche de la Comunidad de Madrid, para bebés prematuros. - ¿Pero qué dices? ¿Que les dan tu leche? - Sí, claro. Yo me saco en casa, la congelo y pasa un transportista del banco por casa de vez en cuando y recoge lo que yo le doy. - ¿Pero esa leche se la dan a los bebés? ¿Pero qué me estás contando? ¡Qué horror! - ¿Cómo que horror? A mí me han hecho analítica para descartar que tenga cualquier enfermedad que pueda transmitirse por la leche y cuando reciben la leche la pasteurizan para esterilizarla. - Me dejas alucinada. Me parece un horror. - ¿Sabes que la leche materna es lo mejor para esos bebés, que no alimentarlos con leche materna supone un riesgo para ellos porque no reciben ni inmunoglobulinas ni todos los componentes necesarios para ellos que tiene la leche materna y que disminuye el riesgo de que padezcan enfermedades graves como la enterocolitis necrotizante? - Hombre, sí, pero la leche de su madre. Si no, pues fórmula. - No, es que administrarles fórmula es más arriesgado. Lo mejor es la leche de su madre y, si falta, de otra madre. - Me dejas horrorizada. ¿Y esto se hace en los hospitales? ¿Es legal? Ahí di por concluida la conversación. No era el momento para pelear esa batalla. Me debía estar imaginando traficando con mi leche, entregándola en un callejón oscuro a un señor encapuchado. Pero nada más lejos de la realidad. El Banco de Leche de la Comunidad de Madrid está formado por profesionales que saben cuán importante es disponer de leche materna para los bebés prematuros y, al contrario que en otras comunidades de España, disponen de un servicio de transporte que te lo pone fácil. Gratuito. Tú te extraes y al congelador. Ellos se encargan de todo lo demás. Por circunstancias personales he tenido que dejar de donar. Me da tanta pena... pero me quedo con el certificado que me han enviado, donde dice que he ayudado a 9 bebés. No son muchos, pero es que comen muy poquito y yo he donado en la medida de mis posibilidades. Cuando pueda volver a donar lo haré. ¿Te animas?
Por Sara 19 de octubre de 2021
Habitualmente los días que se dedican a temas especiales me dan un poco de repelús. Me da mucha rabia que necesitemos un día del año para concienciar de algo porque a menudo se habla del tema un par de semanas y hasta el año siguiente nada de nada. Pero este tema es importante y al final me he decidido a colaborar yo también. Se habla de que hay que visibilizar, dar voz, naturalizar, etc situaciones tan dolorosas como la pérdida gestacional. Sí y no. Me explico. Yo tuve un aborto tubárico en 2018, consecuencia de un embarazo ectópico. En lo fisiológico tuve suerte porque mi vida no corrió peligro y se resolvió solo sin necesidad de medicación. Pero en lo emocional me llevé la palma. Conté mi experiencia aquí . Si leéis el texto sentiréis la rabia y lo desvalida que me sentí emocionalmente. Una mujer y además madre (todavía me pregunto cómo fue capaz de hacer semejante comentario) escribió diciendo que lo que pasaba es que yo no había aceptado lo que me había pasado. Tuve que dejar pasar semanas antes de contestarle, preguntándome si la señora tendría razón. Manda narices. Examinando mis emociones concluí que no, que la rabia provenía de lo mal que el personal sanitario de urgencias había gestionado la situación. Ni una mirada de simpatía. Ni una palabra de aliento. Ni una explicación. No quiero entrar en el relato porque ya lo conté, pero sí quiero ofreceros una imagen: mujer espatarrada en box de urgencias, forzada a estar sin su pareja. Su pareja sufriendo la espera en la sala de espera. Sala de espera a rebosar. Sin tacto ninguno se medio informa sin claridad a la mujer de que ya no hay gestación y se le dice que debe esperar fuera. Mujer le cuenta a su pareja en voz baja, con gente sentada en la silla contigua, que han perdido el bebé y luego vuelve al box a espatarrarse de nuevo para que continúe el episodio… Esto no es una cuestión de dar voz o de visibilizar o de naturalizar. Esto es una cuestión de educación y de respeto. Es una cuestión de humanidad . Los profesionales que atienden estas situaciones terribles y tremendamente dolorosas deben saber estar. No somos máquinas. No son máquinas. Deben ser capaces de informar con empatía. Tu mundo se está viniendo abajo y ellos han tenido la mala suerte de verse en el ciclón. Deben saber ponerse en tu piel y comprender que lo importante es esa madre y su pareja si la hay. Y nada más. Y la gente debe aceptar que el sufrimiento existe. La vida no son fotos bonitas sin filtro de atardeceres. Pasan cosas horribles como perder un bebé. Le puede pasar a cualquiera. A cualquier edad. En cualquier semana de la gestación. En el parto. Tras el parto. Es horrible. Es doloroso. Es imposible. Te marca. Para siempre. Respeta eso. Si no lo comprendes, respétalo. No minimices el dolor. No le digas a los padres que ya tendrán otro, que ya tienen uno, que son jóvenes, que estaban de poco. Cállate y abrázalos. Ponte a su disposición. Escucha. Apoya. Respeta el duelo. Y aquí es donde choco con lo de visibilizar y naturalizar. Estoy de acuerdo en que hay que hablar del tema, pero el duelo es de cada uno y hay quien lo vive en silencio porque le da la gana y porque no hay mucho de lo que hablar. Porque no tiene nada que decir o porque no quiere que le digan nada. Eso no quita que la gente deba conocer el tema, saber que existe y aprender a respetarlo; pero dejemos también que cada familia lo lleve en el alma y no en la calle si es lo que desea. Termino haciendo un llamamiento a la inclusión de las parejas en todo este proceso y en las reivindicaciones. Cientos de publicaciones en las redes y casi ninguna habla de la pareja o del padre. Parece que la pérdida la ha sufrido solamente la mujer. Es injusto e irreal. Recuerdo los ojos de mi marido cuando le di la noticia. ¿Por qué tenía que escucharlo de segundas y no de primeras? ¿Por qué no podía estar conmigo dentro? ¿Por qué tuve que dejarle solo en la sala de espera con semejante bomba? ¿Por qué yo tuve tres semanas de baja y él tuvo que dar las gracias porque le dieran un día de permiso para estar conmigo? ¿Y su duelo? ¿Y su dolor? No recuerdo a nadie preguntarle cómo se encontraba. No hay mucho más que puedas hacer, pero lo que puedes hacer significa todo. A los sanitarios que miráis a los ojos, ofrecéis la mano y acompañáis con cariño, gracias. Sois oro y necesarios a más no poder. Bebés estrella, habéis existido y sois los bebés de vuestros padres. Padres de bebés estrella, os abrazo muy fuerte.
Por Sara 21 de septiembre de 2021
Hay una regla no escrita que dice que, como asesora de lactancia, no debes contar tu historia a las familias que acompañas porque en ese momento su historia es más importante que la tuya. Estoy de acuerdo a medias. Por supuesto que su historia es más importante, pero tú tienes los conocimientos y además la experiencia. Y la esperanza. Ante todo la esperanza. Era agosto de 2019. Madrid. Ola de calor inaguantable. Parto larguísimo. No se agarró espontáneamente. Era un bello durmiente. Grietas ya en el hospital. Dolor muy fuerte. Pezoneras de todas las tallas y colores. Enfermeras con criterios dispares. Todas intentando ayudar pero sin conocimiento. Perdió el 10 % en el hospital. Pero “no pasa nada, dale biberón, que necesita suplemento”. Nos negamos al biberón. Empezamos con dedo-jeringa y fórmula. Yo intentando extraerme lo que pudiera. No salía prácticamente nada. Nadie sabía decirme cómo mejorar la técnica. Salió del hospital sin recuperar ni un gramo de todo lo que había perdido; pero sin ninguna preocupación por parte de los profesionales. En casa misma canción. Muchísimo dolor. Grietas muy feas. Uratos más allá del cuarto día. No cogía peso. No subía la leche. La pediatra del centro de salud nos dio pautas de qué cantidad de biberón darle. ¿Y la lactancia? ¿Qué está ocurriendo? “A veces pasa, les cuesta arrancar”. Pasaron varios días. Calor infernal. Bebé medio deshidratado. Ahora que tengo muchos más conocimientos creo que estuvo al límite; pero nadie vigilaba eso. Tuvimos que ir al hospital porque parecía que yo podía tener un trombo en un pulmón y pedí que por favor lo revisaran a él también. Resumen de la situación en el hospital: yo sacándome leche manualmente en el baño porque nadie me habilitaba un espacio, mi pareja con mi hijo en otra sala dándole leche que me había extraído antes y la pediatra que lo atendió soltando lindezas. Fue la radióloga la que pidió que nos dejaran una sala para estar juntos. Me costaba respirar y tenían que hacerme un TAC con contraste. Igual que le agradezco a la radióloga el detalle de darse cuenta de que tenía delante a una puérpera lactante y que necesitaba estar con su bebé y su bebé con ella, le tengo que decir que se forme más. Que se puede seguir amamantando después de un TAC con contraste. Que no hay que desechar la leche. Que ni la madre ni el bebé tienen que pasar por eso, y menos con los problemas que teníamos. La pediatra. Esa mujer dulce y amable que cuando entré en la sala ya había convencido a mi familia (habían llegado mi madre y su pareja) de que el problema lo tenía yo. Me miró fijamente y con cara compungida y tono paternalista me dijo: “El problema es que no tienes confianza en tu lactancia. Está todo bien. Confía.”. Otro pediatra recomendó retirar las pezoneras. Nadie revisó talla ni agarre ni transferencia de leche ni la boca de mi hijo. Pero el problema lo tenía yo. Por fin pudo venir una asesora de lactancia a casa. IBCLC. Por fin valoró toma, agarre, succión… puede que tenga un poco de frenillo me dijo. Ahora sé que “tener un poco de frenillo” es una falacia. El frenillo se tiene o no se tiene, y limita o no limita. Punto. Seguí sus pautas y conseguí aumentar la producción. Nos fuimos a pasar unos días a Galicia deseando huir del calor y con ganas de campo. Mastitis al canto. Pediatra que de nuevo me dice que no pasa nada. Que es normal tener el pecho ensangrentado al principio. Recomienda de nuevo quitar pezoneras. No sé cómo aguanto una semana sin ellas, limitando las tomas al pecho a 10 minutos y luego alimentando a mi bebé con dedo-jeringa. Ganó 10 g en una semana, cuando lo normal en ese momento es que cojan 20 g AL DÍA . Mi hijo cogió 10 g EN UNA SEMANA. Mi hijo estaba en una situación CRÍTICA y NADIE lo veía. Me vais a perdonar la expresión pero NADIE TENÍA NI PUTA IDEA DE NADA. Otra pediatra en un centro de salud en Galicia me dice que el frenillo no afecta, que todos tenemos frenillo y que si se corta se puede tragar la lengua. ESTO ES MENTIRA, POR FAVOR GRABAOS ESTO A FUEGO. Me pone en medio de una sala como un mono de feria y llama a las matronas del centro de salud para valorar la toma. Me miran unos 10 segundos y me dicen que está todo OK. Labios evertidos y boca abierta. Hala, a mi casa. Las tomas no se valoran así, coño. Y de pronto conecto con dos mujeres increíbles que saben lo que me ocurre. Que solo con un vídeo (el que veis más abajo) saben decirme qué es lo que está pasando y además saben decirme cuál es la solución: mi bebé tiene un frenillo limitante que hay que tocar para confirmar pero que con toda seguridad es lo que está causando mis síntomas, mi dolor, mis grietas, la escasa ganancia de peso, la baja hidratación, los uratos… Y saben decirme a quién acudir para solucionarlo. Y saben darme pautas para encarrilar la situación, alimentar correctamente a mi bebé mientras se soluciona el problema y proteger mi producción de leche. En este punto yo estoy patidifusa. Tres semanas de sufrimiento y de visitas infructuosas a pediatras y matronas y una mujer que no es sanitaria me ve y en un momento sabe lo que ocurre. Tenemos un problema MUY grave con nuestros profesionales sanitarios en lo que a lactancia y frenillos se refiere. Tienen que formarse. Tienen que aprender. Deben hacerlo. Son pocos los sanitarios que están formados en este campo y es inadmisible. Afecta a MUCHOS bebés. No es una moda. Afecta al 10 %. Eso es MUCHÍSIMO. Deben aprender. Es un imperativo. No hay más. Y deben escuchar a las familias, sobre todo a las madres. Y observar. Y tener la curiosidad y el espíritu científico suficiente para darse cuenta de que si no saben cuál es el problema de inmediato hay que mirar más allá, informarse, derivar… no mandar a una familia a casa a sufrir, invalidar a la madre e infantilizarla y hacerla sentir una primeriza loca que tiene un problema de confianza. Sí, tengo un problema de confianza, pero un problema de confianza en ti, sanitario, que es tu obligación formarte para ayudarme y no lo estás haciendo. Una persona cercana me dijo una vez que no debía criticar jamás a un sanitario, que no todos están desactualizados. Yo critico lo que veo y a quien se lo merece. Al sanitario formado en lactancia lo valoro y le aplaudo. Lo observo y aprendo de él/ella; pero al que no lo está y no tiene interés en estarlo lo condeno porque tiene en sus manos una responsabilidad enorme y no la está honrando. Debe aprender. A las seis semanas de vida le cortaron el frenillo a mi bebé y en diez días estábamos con lactancia materna exclusiva. Heridas curadas, dolor inexistente, ganancia de peso adecuada. Aún lloro cuando lo recuerdo. Y me encabrono (hablo así porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre y porque no soy sanitaria adscrita a ningún organismo de salud y me puedo permitir el lujo de decir las cosas tal cual las pienso) cuando recuerdo aquellos días de incertidumbre y de dolor físico y emocional. No hay derecho. Me indigna y me duele. Sanitarios que atendéis a madres lactantes, formaos por favor. Os necesitamos. Mientras, al resto de mortales, madres sobre todo, no dejéis que nadie os infantilice ni minimice vuestro sufrimiento. Si os duele, no es normal. Si tenéis grietas, no es normal. Si vuestro bebé no coge peso, no es normal. Si tiene uratos en el pañal más allá del cuarto día, no es normal. Me gusta pensar en este tema de la siguiente manera. ¿Acudiríais a un dentista para que evaluara un lunar? No. Pues esto es lo mismo. Ser matrona no significa saber de lactancia. Ser pediatra, tampoco. Ser médico de familia, tampoco. Quien sabe de lactancia es porque se ha formado en lactancia, sanitario o no. A esas personas son a las que tenéis que acudir. Ni más ni menos. Carmen Vega y Mari Cruz Manrique, ambas IBCLCs, y Patricia Fondevila, asesora de lactancia, fuisteis vitales y una inspiración. Gracias. El frenillo que nadie veía salvo las personas que sabían de frenillos.
Por Sara 20 de septiembre de 2021
Hace poco un amigo me recordaba lo frustrante que es encontrarse mal y saber que para encontrarte bien aún tienes mucho camino por delante. Se nota en los procesos físicos, pero parece que esos con tesón y disciplina se sobrellevan mejor. Pero en los procesos mentales cuesta. Cuesta mucho. A menudo caemos en la tendencia de querer solucionar todo en un instante. De querer darle a un botón y que desaparezca el dolor. Apagamos la película. La lactancia a veces es inmediata. Nace un bebé y se agarra a la perfección. Ha nacido la horma de un pezón. Pero en ocasiones hace falta tiempo y trabajo y muchas veces las madres no estamos preparadas para eso. Estamos agotadas y desubicadas y nos pilla por sorpresa encontrarnos con cualquiera que sea el problema que estemos padeciendo, culpamos al universo o nos culpamos a nosotras mismas. Y llamamos a una asesora para que lo arregle. Te lo pueden decir así: “para que me ayudes”; pero en realidad deseamos que aparezca un hada madrina con una varita mágica y nos traiga paz. En ocasiones no somos conscientes de que una asesora nos puede dar las pautas y las indicaciones que necesitamos, pero no puede hacer el trabajo por nosotras y, sobre todo, la asesora no puede arreglarlo. El arreglo está en nosotras, en nuestra perseverancia. En nuestras familias, en su apoyo. E incluso en otros profesionales que tengan que tratar alguna condición (bloqueos músculo-esqueléticos, frenillos, disfagias…). La asesora no tiene la llave de todo y a veces no estamos preparadas para esta decepción ni para la información que nos da porque queríamos la varita, sobre todo la varita, y estar bien ya de una vez. Querida madre sorprendida, cansada y desubicada, te abrazo muy fuerte. Sé lo que sientes. Por eso estoy aquí haciendo esto. Ese sentimiento me ha inspirado en mi camino y me ha traído hasta ti. Quiero ayudarte, te lo aseguro; pero a veces no puedo porque tú no me dejas. Y aún así intentaré acompañarte para que no te sientas sola y desvalida. Intentaré orientarte para que no des tumbos de profesional en profesional, para que puedas aliviar un poco tu sufrimiento; pero no puedo hacer el trabajo por ti. Y, sobre todo, si no confías en mí, no puedo ayudarte. Y no pasa nada. Si no soy esa persona para ti no pasa nada. Espero de corazón que encuentres un camino. Sólo te puedo decir una cosa: la inmediatez apenas se da. Hay una frase que me inspira mucho, y dice así: “La cura para todo es siempre agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar”. La lactancia a veces hay que sudarla y en muchas ocasiones llorarla; pero casi siempre se puede encaminar. De verdad. Confía. Infórmate. Déjate ayudar.
Por Sara 13 de septiembre de 2021
No me conoces, pero yo a ti sí (un poquito solo) gracias a tu madre. Tu madre y yo ya apenas nos conocemos, pero nos une la infancia y el sur y eso marca. Tu madre es una mujer muy fuerte. Ha pasado por momentos imposibles en los últimos años y aún así te acuna como si no hubiera pasado nada y como si no estuviera a punto de pasar. Naciste hace once días y que aún estés aquí es un regalo. Sé que ella cree que te irás con su madre, tu abuela, y que ella te acogerá. Sé que cree que Dios también lo hará. Yo solo quiero decirte que tu madre me maravilla. Su entereza me inspira y su fe me abruma. Miro a mi bebé y deseo que pudieras quedarte. F, eres amor. H, te abrazo muy fuerte.
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